ARQUITECTURA

Adolf Loos, 1910

 

El cielo es azul, el agua verde y todo descansa en profunda paz. Las casas caseríos y ermitas no parecen creadas por mano humana, están como salidas del Taller de Dios. Todo respira belleza y silencio.

 

En medio de las casas de los campesinos hay una villa. ¿Proyecto de un buen o un mal arquitecto? No lo se. Sólo sé que ya no hay paz, ni silencio, ni belleza.

 

El campesino levanta una casa para sí y para los suyos, para su ganado y lo ha logrado. Igual que su vecino o su bisabuelo. ¿Es la casa hermosa? Sí, tanto como son la rosa o el cardo, el caballo o la vaca.

 

Y vuelvo a preguntar: ¿por qué un arquitecto, tanto el bueno como el malo, deshonra el lago?  El arquitecto no tiene cultura alguna. Llamo cultura a aquel equilibrio de la persona interior y exterior, lo único que posibilita un pensar y actuar razonable.

 

Pensad.  El camino de la cultura es un camino que va desde el ornamento a la carencia de ornamento. HEMOS APRENDIDO A SENTIR LA BELLEZA EN LA PIEDRA DESNUDA.

 

Quien fuera capaz de construir en cualquier estilo del pasado, quien hubiera perdido el contacto con su propio tiempo, el desarraigado y deformado, ése se hizo el rey, ése, el arquitecto. El arquitecto lo sacaba todo de los libros.  Además sabe dibujar. El arte de la construcción ha descendido, a causa de los arquitectos, hasta arte gráfico. No consigue mayor número de contratos quien sabe construir mejor, sino aquel cuyos trabajos causan mejor efecto sobre el papel. Y ambos son antípodas.

 

El mejor dibujante puede ser un mal arquitecto y el mejor arquitecto puede ser un mal dibujante. Para los antiguos maestros, sin embargo, el dibujo ERA SOLO UN MEDIO PARA HACERSE ENTENDER POR EL OPERARIO EJECUTANTE. Como el poeta tiene que hacerse entender por la escritura.

 

 

 

 

Si pudiera abatir todos los ornamentos de nuestras casas viejas y nuevas, de manera que quedaran solamente las paredes desnudas, sería verdaderamente difícil diferenciar la casa del siglo QUINCE de la del siglo DIECISIETE.

Pero las  casas del siglo DIECINUEVE las descubriría cualquier profano a primera vista.

 

 

Encontré lo más importante: que el estilo del año 1900 se diferencia del de 1800 sólo como el frack de 1900 se diferencia del frack del año 1800. No en mucho, el uno era de tela azul y tenía botones dorados, el otro es negro y tiene botones negros. El frack negro es del estilo de nuestro tiempo. Esto nadie puede negarlo.

 

Cuando, entonces, por fin, me toco la tarea de construir una casa, me dije: UNA CASA PUEDE HABER CAMBIADO EN SU ASPECTO EXTERIOR, AL MAXIMO, COMO EL FRACK.

ES DECIR NO MUCHO.

Tenía que sustituir los botones dorados por los negros. LA CASA TIENE QUE SER POCO LLAMATIVA. ¿Pues no había acuñado yo una vez la frase: viste moderno quien menos llama la atención?

 

La cosa, sin embargo, ocurre al revés. La vestimenta es correcta, la arlequinada está en el campo de la arquitectura. Mi casa, (me refiero a la Casa Loos en la Michaelerplatz de Viena) provocó un verdadero escándalo.

 

Se hace una comparación entre sastrería y arquitectura. Pues la arquitectura es un arte. Concedido, por el momento, concedido. Pero ¿concuerdan nuestras casas de hoy con nuestros trajes? ¿Se teme a la uniformidad de las formas? Pero ¿no eran uniformes las antiguas construcciones dentro de una época y dentro de un país?

TAN UNIFORMES QUE NOS ES POSIBLE CLASIFICARLAS,  gracias a su uniformidad, POR ESTILOS Y PAISES, POR PUEBLOS Y POR CIUDADES. Las formas las determinaba la tradición.

 

Las gentes de una época estaban en coincidencia con la arquitectura de su época. La casa surgida nuevamente gustaba a todos. Hoy la mayoría de las casas gusta sólo a dos personas: al propietario y al arquitecto. LA CASA TIENE QUE GUSTAR A TODOS. A diferencia de la obra de arte, que no tiene que gustar a nadie. La obra de arte es asunto privado del artista. LA CASA NO LO ES. La obra de arte se introduce en el mundo sin que exista necesidad de ello. LA CASA CUMPLE UNA NECESIDAD. La casa tiene que servir a la comodidad. La casa es conservadora. Todo lo que sirve para un fin debe quedar excluido del reino del arte. El ARTISTA SÓLO DEBE SERVIRSE A SI MISMO, EL ARQUITECTO, A LA COMUNIDAD.

 

 

La arquitectura despierta sentimientos en el hombre. Por ello, el deber del arquitecto es precisar ese sentimiento. La habitación debe parecer confortable, la casa habitable. El palacio de justicia debe parecer un gesto amenazador para el vicio oculto. La banca debe decir: tu dinero esta aquí bien y fuertemente guardado por gente honrada. El arquitecto sólo puede alcanzar esto si se refiere a aquellos edificios que le han proporcionado hasta ahora tal sentimiento al hombre. Para los chinos el color de luto es el blanco, para nosotros, el negro. Por ello, a nuestros constructores les sería imposible producir un ambiente alegre con el negro.

 

Cuando encontramos en el bosque una elevación de seis pies de largo y tres pies de ancho, moldeada con la pala en forma piramidal, nos ponemos serios y algo dentro nuestro nos dice: aquí ha sido enterrado alguien. Eso es arquitectura.

 

Nuestra cultura se basa sobre el entendimiento de la superioridad absoluta de la antigüedad clásica. La técnica de nuestro pensar y nuestro sentir la hemos heredado de los romanos. De los romanos tenemos nuestro sentido social y la disciplina del alma.

 

Los griegos eran individualistas. Cada construcción debía tener sus propias molduras, su propia ornamentación.

 

Los romanos pensaban en social. Los griegos apenas pudieron gobernar sus ciudades, los romanos el globo. Los griegos derrocharon su fuerza de invención en el orden de las columnas, los romanos la emplearon en la planta. Y QUIEN PUEDE RESOLVER LA GRAN PLANTA NO PIENSA EN NUEVAS MOLDURAS.

 

 

Desde que la humanidad siente la grandeza de la antigüedad clásica, una idea común une a los grandes constructores. Piensan, tal como yo construyo, hubieran construido también los romanos. Sabemos que no tienen razón. TIEMPO, LUGAR Y CLIMA los constriñen.

 

PERO CADA VEZ QUE EL ARTE DE CONSTRUIR SE ALEJA  MAS DE LOS ORNAMENTOS, SE ACERCA AL GRAN CONSTRUCTOR, QUE LE LLEVA OTRA VEZ A LA ANTIGÜEDAD.