-¿Cuál es la aportación de Patxi Mangado a la arquitectura de Zaragoza?

En términos públicos, la más importante es el Pabellón de España. Es un manifiesto que explica que se puede hacer una arquitectura importante, significativa, responsable, con una vocación ciudadana, de representación, y que además responde a un programa que se caracteriza por grandes afluencias de masas, con medios modestos, con inteligencia para detectar los problemas y sensibilidad para resolverlos, mucho más que con espectáculo. No es la arquitectura importante la que más se exhibe, la que más grita. A veces es la menos fuerte, la que menos aguanta el tiempo.


- Zaragoza también ha buscado esa arquitectura espectáculo.

La arquitectura espectáculo está acabada. Si no la acabamos desde una perspectiva ideológica y cultural los arquitectos, la acabará el mercado con la enorme crisis económica que está viniendo. En este momento, los países que viven al margen de la realidad, que son los de oriente medio porque están nadando en petróleo, son capaces de hacer esa arquitectura de nuevos ricos, que es moral y éticamente repudiable.


- ¿Por qué?

Hemos vivido durante estos años en una sociedad que pregonaba el fin de las ideologías. El dios todopoderoso era el mercado y nos ha llevado a una crisis extraordinaria. Creo que va a volver otra vez una sociedad en la que la ética, los valores y los principios van a ser importantes. Desde esa perspectiva, una disciplina que aborde la solución a los problemas con una desproporción desaforada entre medios y fines está acabada. ¿Una arquitectura que vale diez veces más, que crea problemas, que está solo hecha para mayor gloria del arquitecto y no para servir no es éticamente repudiable en un mundo de deficiencias, de ausencias? La arquitectura no es solo hacer objetos; es hacer objetos en un contexto, en una sociedad, al servicio de una cultura.


- También recela de conceptos como la imaginación.

La arquitectura es una disciplina donde hay que repudiar conceptos como la imaginación, la especulación… La imaginación hay que sustituirla por la inteligencia y la sensibilidad. La especulación, por la investigación. No podemos aceptar una arquitectura que la harían mejor los diseñadores gráficos. Yo tengo en mi estudio a 25 chicos que mañana les digo que me hagan 25 proyectos espectáculo y ese día ya tengo 25 chorradas en la mesa. Y como vivimos en un mundo con una suficiencia de nuevos ricos extraordinaria, esas 25 chorradas se pueden construir. Eso es patético. La arquitectura es más seria que todo eso y requiere más inteligencia. Me niego a que la gente que no tiene inteligencia, que es estúpida, haga arquitectura. Y hay demasiada arquitectura estúpida rodeándonos.


- Con la crisis económica, ¿se irá a una arquitectura más sobria?

Si dijera yo que hay que hacer una arquitectura más austera o más sobria caería en la trampa de hacer una opción estilística. Hay arquitectos que alguien puede decir que no son muy de Patxi, pero que han aportado cosas extraordinarias. Por ejemplo un arquitecto como Koolhaas es evidentemente mediático, pero es uno de los grandes de nuestro tiempo. Pero no por la revolución estilística, sino porque plantea investigaciones serias de programas, de usos en materiales, tipológicos, de relación con la ciudad.


- Su edificio es muy alabado.

Quería un edificio que representara a mi país con poder, que fuera importante por encima del espectáculo, buscaba una significación que tiene que ver con la permanencia en el tiempo y una serie de actitudes ideológicas. He hecho teatro clásico, no espectáculo de varietés. Es un edificio que sobre todo está estudiado. La pregunta es: ¿está igualmente estudiado el puente de Zaha Hadid o es un dibujo convertido en arquitectura? ¿Hay una búsqueda de un estilo porque sí para identificarse con un producto consumible en el mercado o hay realmente una voluntad de hacer una arquitectura con ideología?


- Parece que no le gusta mucho el puente de Zaha Hadid.

El puente de Zaha Hadid es lo que más me gusta de todo lo que ha hecho. Podríamos hablar de otros arquitectos. No hable del puente de Zaha Hadid, hable de Calatrava, por ejemplo, de lo de las Ciencias y las Artes en Valencia. Yo siempre digo lo mismo: bajarse los pantalones y que se rían es facilísimo. Pero qué haces después de bajarte los pantalones para que se sigan riendo. Lo difícil es que se rían en un discurso hablado. 

 

 Pabellón de España