Adolf Loos, en su manifiesto, nos intenta convencer de que los ingenieros construyendo un ferrocarril o un barco trazando surcos en un lago no es una deshonra para la naturaleza y en cambio los arquitectos, con sus obras, sí.

 Afirma que la cultura es el equilibrio de la persona interior y exterior sin pensar en las dos posibilidades de desequilibrio y por consiguiente su resultado.

 Nos dice que hasta la segunda mitad del siglo Diecinueve la historia de la humanidad no contaba con  ningún período falto de cultura.

 A su juicio, el camino de la cultura es un camino que va desde el ornamento hasta la carencia del mismo.

 Hay quien cree que precisamente esta falta de ornamento, estos fracks negros “del estilo de nuestro tiempo” todos iguales, esta casa desornamentada, provoca un frío en el interior del alma, que será difícil o quizás nunca podrá conseguir el calor acogedor de otro tipo de cultura, la arquitectura de los deformados”.

 Sin embargo, creemos que la arqiutectura debe desarrollarse de forma natural, eliminar las imposiciones que las condicionan como las tendencias, gustos y pesamientos que conduzcan a resultados vanales, susceptibles de caducar con el tiempo.

 Es importante saber diferenciar qué son añadiduras y qué es condición desde los inicios del proyecto para distingir resultados superfluos o los que realmente son consecuentes con la idea sobre la que se construye el proyecto.

 


Casa Möller, Adolf Loos

 

 Fachada en el Paseo de Gràcia, Toyo Ito

 

 

 

¿Forma o aspecto exterior?

Loos defendía una arquitectura donde la forma era lo primordial, sin darle importancia al aspecto exterior del edificio. En la actualidad, en cambio, lo que define a un edificio es su exterior, sus formas, sus acabados y materiales.Ver más