Esta ideología ejerce la función de nexo entre las dos F (Forma y Función) y lo hace buscando un equilibrio entre ambas de manera que la experiencia estética de una arquitectura se identifica totalmente con la experiencia de la función.

Durante muchos años se ha debatido entre si es la forma o es la función la que prevalece en la arquitectura, y es un error afirmar que una ejerza un papel más importante que la otra. La forma de hacer arquitectura no debe ser entendida como una división entre los dos conceptos, sino como su combinación puesto que la funcionalidad es una de las propiedades fundamentales de un edificio, y éste no puede ser comprendido si no se toman en consideración sus aspectos funcionales; pero los criterios funcionalistas no bastan para definir la naturaleza de la arquitectura, ya que son aplicados a posterior, y necesita de la forma  como moldeadora de espacios enriquecedores y causante de las extraordinarias sensaciones que desprenden los buenos espacios.

Esta combinación armoniosa  de la forma y la función resulta vital para la concepción de la arquitectura puesto que esta no solo se vive de fuera hacia dentro sino también de dentro hacía fuera. Así pues, forma y función deben ir de la mano.