Son ya muchos los años que han transcurrido desde aquellas primeras décadas del siglo XX, en las que Le Corbusier, abogaba por una Arquitectura representativa de lo que más tarde se haría llamar Época Moderna; nuestra época.

 

                Estética del ingeniero, arquitectura, dos entes solidarios, consecutivos, el uno en pleno desarrollo, el otro en plena regresión”. Así comenzaba su argumentación, ciertamente pesimista, con respecto hacia la Arquitectura de aquellos primeros años del siglo que empezaba. Y es que, si intentamos encontrar en nuestros primeros tiempos de la llamada “Época Moderna” una Arquitectura que nos identificase, nos daríamos cuenta, al igual que lo hizo Le Corbusier y otros coetáneos suyos, que si hay algo que caracteriza los primeros años de esta Nuestra Arquitectura, es la copia indiscriminada, más lograda en unos casos que en otros, de los llamados Estilos románico, gótico, bizantino, clásico… Pero con toques nuevos. Haciendo su aparición una especie de nuevos estilos a base de recauchutar los antiguos; apareciendo así le época de los “Neos”: neorrománico, neogótico, neobizantino, neoclásico… Y es precisamente por esto que Le Corbusier afirma claramente que la Arquitectura de su tiempo, el nuestro también, está en plena regresión.

 

                Y es que “La Academia” imponía el “Estilo”, todo cuanto se saliera de la mal llamada Arquitectura Académica, era censurado, prohíbido e infravalorado.

 

                Pero detengámonos a observar, recapacitar, intentar hallar cual o cuales fueron los motivos que impulsaron a Le Corbusier y a otros tantos artistas de las diferentes disciplinas que impulsaron una nueva concepción de la Arquitectura y del Arte en general, enfrentándose así, al academicismo propio del inicio de Nuestro tiempo.

 

                “Una gran época acaba de comenzar.

 

 Existe un espíritu nuevo.

 

 Existe una multitud de obras de espíritu nuevo que se encuentran, especialmente, en la producción industrial.

 

La arquitectura se ahoga con las costumbres.

 

Los ‘estilos’ son una mentira.

 

El estilo, es una unidad de principio que anima todas las obras de una época, y que resulta de un espíritu caracterizado.

 

Nuestra época fija cada día su estilo.

 

Nuestros ojos, desgraciadamente, no saben discernirlo aún.”

 

                Es precisamente la Revolución Industrial la que obliga a cambiar muchos planteamientos que existían hasta el momento y, por esto mismo, el Ingeniero asume tanta importancia y, aparentemente, todo el protagonismo; y es que las obras de Ingeniería, las grandes obras, “guiándose por el cálculo, (…) utilizan las formas geométricas, satisfacen nuestros ojos mediante la geometría y nuestro espíritu mediante la matemática; sus obras marchan por el camino del gran arte.” Y es que si nos detenemos en esta afirmación, nos daremos cuenta que muchas veces, la Arquitectura se reduce a pura ornamentación; como si de decorados de teatro se tratara, incluso se da el caso de no satisfacer con las exigencias propias que marca la función que ha de desempeñar el edificio. Le Corbusier lo compara (el edificio) con una “máquina” que ha de cumplir con las funcionas propias para las que ha sido concebido.

 

                Observemos finalmente la afirmación de: (…) “Nuestros ojos, desgraciadamente, no saben discernirlo aún.” ¿Es válida hoy esta afirmación?

 

                Cuando uno se para ante edificios que solo satisfacen el ego del Arquitecto, sin tener en cuenta ni el lugar ni el entorno y lo que es peor, cuando por pura satisfacción banal del ‘artista’ se antepone las exigencias del autor a las propias de la función que ha de desempeñar el edificio; ciertamente, no veremos más allá del objeto decorativo en lo que acabará convirtiéndose el edificio.

 

                Partiendo de premisas como son la razón y el realismo y satisfaciendo necesidades actuales como son la objetividad y funcionalidad con sensibilidad, sólo así conseguiremos hallar una Arquitectura que nos represente, y sólo así podremos equiparar en importancia, las grandes construcciones de épocas pasadas con las propias de nuestra época.

 

                Mientras no se den estas condiciones seguiremos vagando sin rumbo ‘Hacia una Arquitectura’.