¿CÓMO FRENAMOS?


El ritmo al que se mueve nuestra sociedad se ha convertido en un riesgo para nosotros mismos y para nuestro planeta. Parece extraño que queramos seguir creciendo y consumiendo cuando los recursos de nuestro planeta son limitados. Si continuamos en esta dirección, parece inevitable que la salida sea un colapso, al que parece que nos estamos acercando.

 

Desde esta perspectiva, no queda más remedio que plantear alternativas en nuestro sistema social pero también en nuestro sistema de valores interno. Parece que la competitividad no es tan válida como nos decían. Esta competitividad ha hecho que un gran número de vidas se vean reducidas a simples carreras, carreras en las que lo más importante es llegar antes que el otro, en las que lo importante es ser más veloz. Hace falta que algunos de los valores que considerábamos imprescindibles empiecen a cambiar por otros.

 

Con la intención de promover otros valores aparecen teorías que se oponen al crecimiento acelerado a la velocidad de nuestro día a día.

      El slow food apareció con la intención de volver a poner en valor el disfrute de la comida a través de alimentos locales y de calidad. Esta teoría ha derivado en diferentes campos adoptando la filosofía del slow food. El diseño, la comunicación o el urbanismo son algunos de los campos en los que las teorías del slow food están introduciendo sus principios.  

      El decrecimiento es una forma de entender el sistema social y la vida individual que utiliza la frase: "menos para vivir mejor" para explicar su filosofía. Parece que la cantidad de bienes a los que nos apegamos actúan como cargas en nuestras vidas. Según los teóricos del decrecimiento, se han creado muchas necesidades infundadas en nuestras vidas que en realidad no son imprescindibles y que nos atan a un día a día marcado por la velocidad, el estrés y el consumo. El decrecimiento busca una sociedad más lenta, en la que las asambleas locales tengan la verdadera soberanía. Un sistema en el que cuesta más tomar decisiones pero en el que se toman decisiones más sólidas.

 

Parece que los próximos años serán decisivos para conseguir ponerle freno al ritmo de nuestra frenética sociedad. Debemos ser capaces de cambiar valores que antes habían sido muy importantes para nosotros. Parece que nos hemos desalineado con el planeta y con sus ritmos naturales, hemos creado nuestro propio ritmo y parece que no es sano. Así que tenemos que realinearnos con esos ritmos, dejar nuestra velocidad y pararnos a pensar. Pararse a pensar siempre será algo importante pero no siempre se tiene el mismo acceso a esa pausa. 

La velocidad en el consumo tiene graves consecuencias.